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Es probable que hayas oído hablar de los tests genéticos o que conozcas a alguien que lo haya pedido en los últimos años. Y es que es una moda en auge. Sandra Teba, profesora de ciclos de Sanidad en ILERNA Online, te explica qué se esconde detrás de estas pruebas genéticas y habla sin tabúes de ellas.
Hoy en día es abrumadoramente fácil obtener un análisis de nuestros genes. Basta con un par de clics y unos 200 euros, y en unos días recibiremos en casa un kit con el que recogeremos una simple muestra de saliva. Pocos días después del envío de la muestra, tendremos un informe con todos los resultados de nuestro test.
Es lo que se conoce como tests directos al consumidor, es decir, los estudios genéticos han traspasado las paredes hospitalarias y las prescripciones por parte de un profesional para irrumpir de lleno en nuestras casas.
El hecho que sean pruebas accesibles, sumado a la curiosidad innata del ser humano, hace que los tests genéticos estén en auge. Pero... ¿qué información nos facilitan realmente estas pruebas y qué consecuencias pueden tener?
Este tipo de análisis nos permite conocer la predisposición genética que tenemos para desarrollar determinadas enfermedades, lo que puede ser útil para tomar ciertas medidas preventivas. Además de la predisposición a desarrollar ciertas patologías, también reflejan información sobre estilos de vida. Por ejemplo, saber cuál es la mejor dieta para mantener un adecuado estado de salud en base a nuestra genética o si somos más o menos propensos a ganar peso. Entonces… ¿qué tienen de malo estos tests?
Lo primero que debemos tener en cuenta es que leer el ADN es fácil, pero interpretar esa información es una tarea compleja y debe ser llevada a cabo por un profesional. Este primer punto no se cumple en este tipo de análisis, donde cualquier persona puede solicitar la información relativa a su genoma y debe interpretarla, en la mayoría de las ocasiones, sin ningún conocimiento de causa y sin la intermediación de ningún profesional.
Se trata de pruebas que parecen totalmente inocuas, pero múltiples estudios muestran que tienen una influencia psicológica significativa.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford realizó un estudio en el que se analizaba un gen relacionado con la capacidad aeróbica. Participó una muestra de individuos, a los que hicieron correr en una cinta hasta que les resultara difícil seguir con el ejercicio.
Asimismo, analizaron la variante del gen en cuestión de cada una de las personas y les proporcionaron resultados cruzados a conciencia. Es decir, las personas con la variante protectora del gen -asociada con una mayor capacidad aeróbica- recibieron el resultado de que tenían la variante “negativa” del gen -relacionada con peor capacidad aeróbica- y viceversa.
Tras entregar los resultados a los participantes, se repitió el ejercicio en la cinta y, sorprendentemente, el grupo de personas con la variante protectora redujo su resistencia en unos 22 minutos. En cambio, los participantes a quienes se les comunicó que tenían la variante protectora, aunque era mentira, aumentaron su resistencia en unos 47 minutos. Es decir, en la repetición de la prueba influyó el “efecto placebo” de los resultados cruzados dados.
Por tanto, hay que tener mucho cuidado en cómo se transmite esta información. Lo que muestran estos tests genéticos no son certezas, sino probabilidades, dado que la gran mayoría de enfermedades o eventos relacionados con la salud son multifactoriales, es decir, son provocados por una combinación de factores, no solo por la genética.
Si esta información no se interpreta o se transmite de manera adecuada, puede llegar incluso a reforzar hábitos negativos. Por ejemplo, una persona genéticamente predispuesta a la obesidad puede descuidarse pensando que haga lo que haga va a seguir siendo obesa. Y no es así. Es cierto que tendrá mayor predisposición genética para ello, pero no solo depende de la genética, sino que con unos hábitos adecuados puede evitarse.
Otro aspecto para plantearse es: ¿hasta qué punto es beneficioso obtener información acerca de la predisposición a determinadas enfermedades? Por ejemplo, se ha detectado que la presencia del gen ApoE4 aumenta casi 15 veces el riesgo de Alzheimer, lo que significa que una persona es más susceptible a padecer la enfermedad, pero hay muchos otros factores que parece que contribuyen al desarrollo de la misma.
Además, hasta la fecha, es una enfermedad incurable y poco se puede hacer al respecto. Eso sí, el conocimiento de la presencia de ese gen te puede llevar a cargar con un elevado nivel de alarma y angustia.
Si la solución o prevención para muchos trastornos consiste en llevar una vida sana, quizá sea más lógico cuidarse, con independencia de los genes de nuestras células.
Además, la fiabilidad de estos tests no es del 100%. Existen falsos positivos y negativos, así como resultados distintos en función de la marca comercial. Todo ello puede llevar a los usuarios a tomar decisiones inadecuadas sobre su salud.
También se debe considerar el hecho que no existe una regulación específica acerca de la protección de la información de estas pruebas realizadas por empresas privadas. En muchos casos, la información se almacena en bases de datos.
¿Qué pasaría si, por ejemplo, las empresas aseguradoras tuvieran acceso a esa información? Podrían producirse casos de discriminación genética en que se negaran a asegurar a una persona por su predisposición genética, pudiéndose vulnerar también la privacidad de sus familiares.
Con todo esto, parece que podríamos concluir que no se deben utilizar este tipo de tests. No son todo aspectos negativos, pero sí que es necesario realizarlos contando siempre con el consejo genético de un profesional que pueda explicarnos e interpretar de manera adecuada la información obtenida.
¿Te interesa este tema? Échale un vistazo a este artículo donde se habla de las similitudes entre familiares y de las razones genéticas que lo explican.
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