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En los últimos años, el término de White Hacking (hacking ético) ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia. Se trata de una práctica a la que suelen recurrir muchas empresas tecnológicas o con un alto nivel de digitalización. Para llevarla a cabo, se requiere de una amplia comprensión de las estrategias de ataque y un profundo conocimiento de las herramientas, métodos y motivaciones de los piratas informáticos.
En algunos casos, esta responsabilidad recae sobre el propio personal interno, cuya misión es poner a prueba las brechas de seguridad de la infraestructura. Generalmente, se dedican a ello los profesionales formados a través de un FP de Informática y Comunicaciones. Sin embargo, las pymes con menos recursos suelen recurrir a empresas de ciberseguridad externas para prepararse ante posibles ataques informáticos.
Pero, ¿sabes qué es el hacking ético y cuál es su finalidad real?
El hacking ético se basa en el conocimiento del hardware, la red del sistema, las políticas, la interacción del usuario, los procedimientos, la filosofía empresarial y la seguridad física.
Los piratas informáticos éticos no realizan su labor con fines delictivos. Su trabajo consiste en hackear el sistema para detectar y solucionar posibles brechas de seguridad y prevenir con eficacia los ataques de hackers maliciosos. Es decir, son expertos en realizar pruebas para valorar, optimizar y fortalecer el nivel de seguridad.
El objetivo del hacking ético es identificar las vulnerabilidades del sistema y ponerlas en conocimiento de la organización para que sepa qué es lo que no está funcionando y poner en marcha acciones que permitan evitar una catástrofe cibernética, como ser víctimas de un robo de datos. Asimismo, también permite detectar a intrusos de manera rápida.
A través de los “tests de penetración”, se intentan burlar las barreras de seguridad de las distintas organizaciones para probar la eficacia de los sistemas. En caso de encontrar vulnerabilidades, se elabora un informe completo al respecto y se proponen soluciones de mejora. Por este motivo, son una pieza clave para ayudar a las empresas a no comprometer sus archivos y su funcionamiento en general.
Las principales diferencias entre el hacking ético y el malintencionado son sus condiciones generales y su fundamento ético. Mientras que el hacking ético tiene por objetivo proteger a las infraestructuras digitales y los datos confidenciales de los ataques para optimizar el nivel de seguridad, el hacking malicioso tiene una finalidad destructiva, como el espionaje, la extorsión o la parálisis sistemática de alguna estructura.
Ambos emplean los mismos conocimientos, métodos y herramientas. Sin embargo, el hacking ético no busca generar daño, sino beneficios. Su intención no es explotar la vulnerabilidad, sino detectarla para resolverla.
Si estás pensando en contratar un profesional experto en esta área para tu empresa, es fundamental que conozcas las fases del hacking ético.
El primer paso es firmar un acuerdo de colaboración entre el hacker ético y la empresa donde se recoja con todo detalle el tipo de trabajo que se va a llevar a cabo. El experto tiene que dejar muy claro las tareas que va a desarrollar para poner a prueba los sistemas, ya que algunas acciones pueden conllevar ataques simulados que pueden ser confusos para las empresas.
En esta fase, el experto implementa todos los métodos y herramientas disponibles para encontrar las posibles vulnerabilidades o encontrar elementos que no estén lo suficientemente protegidos.
Se enumeran las vulnerabilidades y se explican las distintas vías de entrada que podría aprovechar un delincuente.
Una vez identificadas todas las brechas de seguridad, se trabaja para resolver cualquier riesgo y se pone a prueba el sistema para verificar que las acciones implementadas son efectivas.
En definitiva, el hacking ético es una magnífica estrategia comercial para evitar y proteger a cualquier empresa de posibles ataques maliciosos. Sobre todo, es ideal para evitar el hackeo ilegal desde fases tempranas. En este sentido, es aconsejable que, al menos una vez al año, se realicen auditorías de seguridad para comprobar que el grado de seguridad es el adecuado.
Empecé mi trayectoria con tan solo cinco años, escribiendo las historias que más adelante marcarían mi futuro profesional. Estudié el Grado de Publicidad y Relaciones Públicas y me especialicé con el Máster de Estrategia y Creatividad Publicitaria. A raíz de mi experiencia laboral, he seguido formándome en copywriting y marketing de contenidos con el objetivo de construir mensajes poderosos que conecten de manera efectiva con las audiencias.
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