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La buena alimentación es fundamental para la salud. Pero si no seguimos las pautas de una nutrición adecuada, pueden aparecer algunas dolencias. Para saber qué comemos y cómo nos afecta, primero debemos conocer cómo nuestro cuerpo absorbe los distintos nutrientes. Es por ello que hoy te explicamos tres de los más polémicos: hidratos de carbono, lípidos y proteínas.
Cada persona tiene su relación con la alimentación, pero es peligroso basar una dieta en mitos o teorías no corroboradas. Bien, aquí viene la primera diferenciación: no todo lo que hay en un alimento son nutrientes. Los nutrientes son sustancias, tanto orgánicas como inorgánicas, que hay en los alimentos. Proporcionan energía para mantener los órganos y tejidos de tu cuerpo. También establecen defensas ante todo tipo de enfermedades.
Por otro lado, está el alimento per se, que es una sustancia sólida o líquida que aporta los elementos para la obtención de energía que nuestro cuerpo destina a la manutención, renovación o formación del organismo y sus funciones.
Los tres son nutrientes energéticos, esenciales y macronutrientes. ¿Qué quiere decir?
Estas son las clasificaciones según su función, capacidad del cuerpo para sintetizar y presencia en el organismo. Nos referimos a que son nutrientes energéticos porque liberan energía para efectuar funciones vitales para el cuerpo. Son esenciales porque el organismo no los fabrica por sí mismo, sino que necesita de la ingesta de alimentos para recibir dichos nutrientes. Finalmente, se clasifican como macronutrientes porque su presencia en el organismo es muy elevada y superior a otros nutrientes.
También conocidos por carbohidratos, azúcares o glúcidos. El nombre ya nos indica qué elementos forman este nutriente: carbono, hidrógeno y oxígeno, que son las moléculas biológicas más comunes. Los hidratos de carbono son nutrientes esenciales para nuestro organismo ¿Qué quiere decir esenciales? El cuerpo no los fabrica, al menos no en cantidades suficientes, y, por tanto, estos nutrientes deben llegar a nuestro organismo a través de la alimentación. De la misma forma que algunas vitaminas y minerales.
Los carbohidratos son la fuente de energía principal para nuestro cuerpo, por lo que deben suponer al menos la mitad de los nutrientes que consumimos.
Ahora viene la polémica, los hidratos de carbono están divididos en múltiples tipologías según su composición. Son carbohidratos la fructosa, la lactosa, la sacarosa y el almidón, pero nuestro cuerpo los absorbe y gestiona de forma distinta. Por un lado, se encuentran de forma natural en alimentos básicos como las legumbres, los tubérculos o los cereales. Por el otro, encontramos formas compuestas añadidas a alimentos, como son el caso de las gomas o celulosas, usados para dar cierta textura a los alimentos.
La cuestión es que nuestro cuerpo absorbe los carbohidratos de formas distintas dependiendo de su composición. Los carbohidratos se convierten en glucosa al metabolizarlos. Esta glucosa es la “gasolina” de nuestro cerebro, músculos (incluido el corazón) y tejidos. Un exceso de glucosa se almacena en el hígado o como grasa.
La clave reside en que durante situaciones de estrés o falta de glucosa, ésta se libera de las reservas energéticas para ser utilizada por las células. Cuanto más lenta es esta liberación de glucosa, más estable será nuestro nivel de energía. Pero son los carbohidratos refinados los que aceleran este proceso de liberación causando desequilibrios en nuestro organismo.
Están compuestas por carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Aunque gran parte también contienen fósforo y azufre. Sus funciones son indispensables para el funcionamiento del cuerpo, dado que suponen gran parte de los tejidos y se encuentran en todas las células. Las proteínas están envueltas en casi todos los procesos biológicos del sistema, desde el crecimiento a transportar el oxígeno en la sangre.
No hay un único tipo de proteína, la forma más simple de dividirlas es en proteína simple y proteína conjugada, las segundas presentan una parte proteica pero también otra no proteica. Esta segunda parte de la proteína conjugada puede ser desde lípido hasta glúcidos o ácido fosfórico.
Si bien la proteína es fundamental para la dieta, lo es más durante la edad de crecimiento o en mujeres embarazadas, ya que permite la producción celular.
La proteína no solo se encuentra en alimentos de origen animal, como el pescado, la leche o la carne. También podemos obtenerla en alimentos vegetales como las legumbres, cereales o la soja. Por lo que podemos seguir una dieta saludable sin comer alimentos de origen animal. De hecho, un exceso de proteína provoca que se quemen las células para generar la energía, liberando amoníaco que nuestro cuerpo elimina en la orina.
Son macronutrientes, igual que los carbohidratos y las proteínas, pero se caracterizan por no ser solubles en agua. Integrados por carbono, oxígeno e hidrógeno, son solubles disolventes orgánicos. Tienen múltiples funciones, como parte en la formación de hormonas, vitaminas A, D, E y K, como forma de protección de los órganos y evitando la pérdida de calor corporal.
Los lípidos se dividen principalmente en tres tipos de ácidos grasos, alguno de ellos muy perjudicial para la salud si se consumen alimentos que lo contengan de forma frecuente.
Están presentes en alimentos de origen animal y son perjudiciales para la salud si se consumen con mucha frecuencia. Afectando sobre todo al sistema cardiovascular. Algunos de los alimentos que contienen grasas saturadas son el aceite de coco, mantequilla y margarina, carnes de vaca, cerdo y pollo, leche o huevos. Esto no quiere decir que debamos dejar de consumir estos productos, ya que aportan otros nutrientes, pero si nos indica que debemos consumirlos con moderación en una dieta equilibrada.
Estos son beneficiosos para el organismo y su falta está relacionada con enfermedades cardiovasculares y altos niveles de colesterol. Dentro de estas grasas insaturadas encontramos el omega 9 (presente en el aceite de oliva), el omega-3 y el omega 6, presentes en pescados azules y vegetales. Algunos de los alimentos que contienen ácidos grasos insaturados beneficiosos para nuestra salud son las nueces, aceite de soja, semillas de girasol o linaza y pescados como la trucha o el salmón.
Este ácido graso está presente en alimentos modificados de forma artificial, normalmente para conseguir mayores propiedades de conservación. Son incluso más perjudiciales que los ácidos grasos y se encuentran en alimentos de origen industrial. Son ejemplos la bollería y la margarina.
Pese a que los lípidos tienen funciones energéticas, cuando no se utilizan quedan almacenados en los tejidos adiposos. Provocando una probabilidad más alta de padecer enfermedades.
Además, ¡en este vídeo podrás aprender cómo nuestro cuerpo absorbe los diferentes nutrientes!
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