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Construir un sistema de enseñanza en el que el castigo no sea utilizado como una herramienta educativa es posible gracias a la disciplina positiva.
Esta corriente educativa, basada en la comunicación abierta, el respeto mutuo y la enseñanza de habilidades de autorregulación, ha demostrado tener resultados muy beneficiosos para los estudiantes. Si estás estudiando el Grado Superior en Educación Infantil o estás pensando en hacerlo, ¡sigue leyendo! Un buen educador/a debe saber cómo guiar a los más pequeños sin usar el miedo y la violencia.
La disciplina positiva se basa en la idea de que los niños aprenden mejor cuando son tratados con respeto y empatía, en lugar de recurrir a castigos o métodos autoritarios. Este enfoque de crianza, desarrollado por la educadora y psicóloga Jane Nelsen en la década de 1980, es una alternativa al castigo tradicional y busca promover una relación de cooperación entre padres y niños. Así pues, en la disciplina positiva, se alienta a los padres a establecer límites claros, pero también a involucrar a los niños en la toma de decisiones. Además, a diferencia de los métodos tradicionales disciplinarios, también busca enseñar a los niños habilidades sociales, emocionales y de resolución de problemas.
A día de hoy, esta metodología ha sido ampliamente adoptada por padres, profesores y Técnicos Superiores en Educación Infantil. Su buena acogida se debe a su enfoque en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, fomentando la autoestima y fortaleciendo los lazos familiares. En este sentido, existen muchas maneras de lidiar con el comportamiento no deseado, incluido el castigo, la disciplina o el uso de recompensas. Sin embargo, se ha comprobado que el método más eficaz para tratar con los estudiantes problemáticos es utilizar la disciplina positiva.
En los años 20, Alfred Adler, médico y psicoterapeuta austriaco, fue el primero en hablar sobre la educación de los padres y madres. Este defendía que había que tratar con respeto a los/as niños/as, lo que no equivale a mimar o consentir. Sus ideas calaron en la sociedad y fueron exportadas a Estados Unidos en la década de los 30 de la mano de Rudolf Dreikurs, educador y psiquiatra austriaco. Tanto Adler como Dreikurs hablan de un enfoque amable y firme en la crianza y enseñanza de los hijos, calificándolo como democrático.
En 1980, Lynn Lott y Jane Nelsen acuden a un taller organizado por John Taylor. Es entonces cuando Lynn empieza a entrenar a su alumnado experimentalmente, escribiendo el primer Manual de Enseñanza para Padres. Además, Jane Nelsen escribió su libro “Disciplina positiva”. Y en 1988 ambas escriben juntas el libro “Disciplina positiva para adolescentes” y empiezan a enseñar tanto sobre la crianza de los hijos como sobre las habilidades de gestión del aula de forma experiencial. Posteriormente, escribirían también “Disciplina positiva en el aula”, un manual lleno de actividades experimentales para los profesores y sus alumnos.
El enfoque de la disciplina positiva se basa en cinco principios fundamentales:
Aplicar la disciplina positiva en el aula infantil garantiza la construcción de un entorno de aprendizaje efectivo, donde los niños puedan desarrollar habilidades sociales, emocionales y académicas de manera saludable. Si eres Técnico Superior en Educación Infantil y quieres practicar la disciplina positiva en el aula, puedes hacer lo siguiente:
Para entender mejor qué es la disciplina positiva, pondremos algunos ejemplos a continuación:
Pongamos que nuestro/a hijo/a tira un vaso de agua en la mesa. En lugar de enfadarnos o regañarle, desde la educación en positivo se busca actuar desde el respeto y la responsabilidad. Una intervención sencilla basada en la reparación es fundamental en estos casos. Por ejemplo: “No pasa nada, ya irás aprendiendo. Ahora puedes coger el trapo y secar la mesa con cuidado”.
Muchos padres creen que tener un código rígido de normas es la mejor forma de educar. Podemos ponerla, pero siempre mediante estrategias efectivas, ya que, cuando los niños y niñas se involucran en ellas, aprenden y respetan más. En este sentido, hay que evitar las frases tipo: “no puedes jugar hasta que no hayas terminado tus deberes”. Deben entender las normas para responder a nuestras peticiones.
Cuando un niño o niña se enfada o grita, es normal perder los nervios, pero en este tipo de situaciones debemos convertirnos en la calma en medio de la tormenta. Usando frases como “veo que estás muy enfadado. ¿Quieres explicarme cómo te sientes y vemos cómo te puedo ayudar?”, además de lograr que el niño comprenda sus emociones, le hacemos ver que es normal sentirse frustrado de vez en cuando. Además, le hacemos saber que estamos presentes para ayudarles. De esta forma, es más probable que termine haciendo lo que le pedimos desde la tranquilidad y el entendimiento.
Diversos estudios han demostrado que, gracias a la disciplina positiva, es posible lograr una reducción muy significativa de los suspensos y actos vandálicos, y mejorar el comportamiento del alumnado en el aula. Pero además, se ha demostrado que la percepción de un alumno de formar parte de una comunidad reduce las conductas de riesgo social, como los pensamientos suicidas, la angustia, los comportamientos violentos o la adicción a las drogas. Por lo tanto, se trata de un método educativo muy recomendable para niños y adolescentes.
Empecé mi trayectoria con tan solo cinco años, escribiendo las historias que más adelante marcarían mi futuro profesional. Estudié el Grado de Publicidad y Relaciones Públicas y me especialicé con el Máster de Estrategia y Creatividad Publicitaria. A raíz de mi experiencia laboral, he seguido formándome en copywriting y marketing de contenidos con el objetivo de construir mensajes poderosos que conecten de manera efectiva con las audiencias.
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